viernes, 27 de enero de 2017

MADAME DELPHINE LALAURIE: UNA ASESINA EN SERIE CON LICENCIA PARA MATAR



Muchas teorías y suposiciones rodean a la famosa Madame Delphine LaLaurie, una adinerada matrona y dama de sociedad que sembró el terror en la ciudad de Nueva Orleans durante mucho tiempo. Cuando un siniestro destruyó parte de su residencia en 1834, la población se asqueó cuando descubrió que en su residencia, LaLaurie solía torturar a sus esclavos. 

Forzada a escapar de la ciudad, no hubo dudas de su culpabilidad, y los relatos de sus prácticas se fueron tornando cada vez más grotescos y extraños al paso de las décadas. Incluso hasta nuestros días, la mansión LaLaurie es considerada la casa más embrujada de la localidad. Marie Delphine LaLaurie, fue conocida con el mote de Madame LaLaurie, fue una socialité influyente y poderosa que vivió su vida entera en el estado de Louisiana. 

Su tétrica fama la hizo notable como una cruel asesina en serie, involucrada con la tortura y el asesinado de esclavos. Oriunda de Nueva Orleans, LaLaurie contrajo matrimonio tres veces a lo largo de su vida. Siempre mantuvo una posición envidiable en las altas esferas de la sociedad hasta abril de 1834, cuando los pobladores que ayudaban a rescatar heridos después de un incendio en su mansión en Royal Street, encontraron a esclavos atados que mostraban signos evidentes de tortura. Furiosos por el hallazgo, la población invadió la propiedad, saqueando y destruyendo todo a su paso. Debidamente informada de lo sucedido, la Madame se refugió en casa de unos parientes y luego cambiaría de nombre para no ser conocida debido a la desaprobación social que desencadenó el descubrimiento de sus secretos. Temiendo que las repercusiones la colocarían en un inminente peligro, huyó a París, donde murió en un accidente de caza. La suntuosa mansión en Royal Street, uno de los sitios históricos más importantes de Nueva Orleans, fue reformada y subastada después de su muerte. Aun existe y es considerada como uno de los monumentos más famosos de la ciudad. Pero, ¿quién era la mujer que recibió el apodo de “el ciudadano más odiado de Nueva Orleans“, y también pasaría a la historia como “La Bruja de Royal Street“? 
La historia de un monstruo. 
Delphine Macarty nacería en algún punto del año 1775, era una de las cinco hijas de Luis Macarty Barthelmy, un inmigrante irlandés que se estableció en los Estados Unidos hacía el 1740. 

Su madre fue Marie Jeanne Lovable, también conocida como “viuda Lecomte”, pues había estado casada con un importante comerciante que murió en un accidente de carruaje. Ambos eran miembros destacados de la alta sociedad de blancos descendientes de inmigrantes europeos llamada Créole. El primo de Delphine, Augustin Macarty, fue alcalde de Nueva Orleans entre el periodo de 1815 y 1820. A mitad de la década de 1800, Don Ramón de López y Angulo contrajo nupcias con Delphine Macarty, Don Ramón era un oficial de alto rango en la Real Orden de Carlos de España. 

La ceremonia tuvo lugar en la Catedral de Saint Louis en Nueva Orleans. En al año de 1804, Don Ramón ascendió a una prominente posición, convirtiéndose en el cónsul general de España en Luisiana. En el transcurso de ese mismo año, Delphine y Don Ramón emprendieron un viaje a España. Los informes sobre el viaje resultan bastante contradictorios. Según la versión de algunos historiadores, el viaje habría sido un castigo al cónsul por las fallas en las formas en cómo había tratado diversos asuntos diplomáticos. En esa ocasión, Delphine logró justificar las malas acciones de su marido e impresionar a la Reina con su belleza e inteligencia. 

La pareja recibió el consentimiento para retornar a los Estados Unidos, pero en el transcurso de vuelta Don Ramón contraería una terrible enfermedad y moriría víctima de esta en La Habana. Delphine, que estaba en estado de gravidez, decidió permanecer en Cuba, donde dio a luz a su primogénita Marie Borgie Delphine López y Angulo de la Candelaria, apodada “Borquita”. Tiempo después decidió volver a Nueva Orleans y establecerse en la propiedad que su marido le había heredado. Ella misma se convirtió en administradora de la hacienda que plantaba caña de azúcar y tuvo mucho éxito en los negocios. A tres años de la muerte de su primer esposo, Delphine volvería a casarse con Jean Blanque, un prominente hombre de negocios de ascendencia francesa. 

El hombre llevó a su esposa a la lujosa Villa Blanque y allí tendría otros cuatro hijos, todas mujeres. Blanque falleció en medio de circunstancias tan misteriosas que algunos creen se trató de un envenenamiento en el año 1816. Nueve años después, en 1825, Delphine se casó con su tercer marido, el doctor Leonard Louis Nicolas LaLaurie, que era bastante más joven que ella. Para 1831, la familia se adjudicaría la famosa propiedad en el número 1140 de Royal Street, que la mujer mantendría a su nombre sin involucrar demasiado a su esposo. Algunos rumores indican que el propietario original de esta mansión, un médico llamado Nicholas Gerry, no tenía intención de vender la propiedad, pero que Delphine se las había arreglado para negociar con los acreedores del hombre y convertirse en dueña de los derechos sobre las deudas que tenía Gerry con estos. Haciendo uso de su conocimiento financiero, terminó por quedarse con la casa y varias posesiones más del doctor que viéndose en la ruina, terminó por cometer suicidio. 

La mansión fue totalmente remodelada y no se escatimó en lujos para transformar la construcción en un verdadero palacio. Maderas preciosas y portones de hierro fueron traídos desde Francia, cortinas de tejido ingles en las ventanas, muebles y demás mobiliario italiano adornaban los aposentos que finalmente fueron decorados con alfombras persas y antigüedades. En 1832 un tercer piso fue añadido a la mansión y un sector especialmente dedicado a los esclavos en la parte superior. Las fiestas que solía ofrecer Madame Lalaurie eran verdaderos sucesos en el calendario social de Nueva Orleans. Un sinfín de cenas y conciertos tuvieron lugar en los pasillos y jardines de la opulenta mansión, donde se codeaban los estratos más altos de la sociedad. 

La fiesta de compromiso de una de sus hijas fue uno de los eventos sociales más comentados de 1832 y contó con la asistencia de políticos, artistas y otras personas influyentes. En esa época, era muy frecuente que las familias más acomodadas del sur de los Estados Unidos mantuvieran esclavos negros como mano de obra en sus fincas. Los LaLaurie eran dueños de varios esclavos que servían a la familia y, de hecho, se supone que negociaban directamente con los comerciantes de esclavos involucrándose en el lucrativo tráficos de negros. Los informes sobre la forma en que Delphine LaLaurie trataba a sus esclavos entre 1831 y 1834 varían. 

El historiador Harriet Martineau, reunió desde 1838 testimonios de habitantes de New Orleans sobre los esclavos que pertenecían a LaLaurie. Muchas personas notaban que estos esclavos estaban “inusualmente cansados y delgados”, sin embargo, en sus apariciones públicas Delphine siempre era amable con los negros y se mantenía al tanto de la salud de sus esclavos. Los registros judiciales de la época contenían notas de que los LaLaurie habían emancipado a dos de sus esclavos (uno llamado Jean Louis en 1819 y otro de nombre Devince 1832). Pero también había rumores de que Delphine trataba a sus esclavos de una manera muy diferente cuando estaban en privado. 

Autoridades policiales visitaron la mansión en Royal Street en más de una ocasión para devolver a algún esclavo que se había desmayado intentado hacer alguna tarea. Un número considerable de los que habían intentado escapar y la mayoría de las veces, cuando eran devueltos, nunca más se les volvía a ver. La legislación vigente en aquella época en Nueva Orleans regulaba el trato entre esclavos y amos, prohibiendo que “esclavos de casa” recibieran castigos considerados crueles. Una amiga de Delphine, sin embargo, recordó que una de las criadas de la casa, una esclava, le rogó por ayuda, porque temía que LaLaurie la matara. Varios testigos más recordaron historias que involucraban la crueldad de Madame LaLaurie. 

Un abogado amigo de la familia dijo que cierta vez había atestiguado cómo una esclava llamada Leah, de sólo 12 años, huía al techo de la casa aterrorizada diciendo que su señora pretendía arrancarle la piel. Mientras lloraba aterrorizada, Delphine la esperaba con un látigo jurándole que el castigo sería mucho peor si no se callaba inmediatamente. Cuando la niña se negó, su dueña tuvo que lanzarle piedras para obligarla a obedecer. La niña perdió el equilibrio y cayó rompiéndose el cuello. Furiosa, Delphine mandó a atar el cadáver de la niña en un poste y en seguida lo azotó repetidas veces. El pecado de Leah había sido jalar el pelo de la señora mientras le pasaba un cepillo para el pelo. 

En otra ocasión, Delphine quedó insatisfecha con la comida servida a sus invitados ilustres a la mansión. Como forma de castigo, ordenó que los esclavos no fueran alimentados durante días, pero los obligaba a ver mientras la familia ingería sus alimentos. Cuando uno de ellos desmayó, Delphine mandó a que la pobre mujer fuera retirada, colocada en un ataúd y enterrada en el jardín. 

La preocupación de Madame respecto al supuesto robo de comida de sus esclavos se convirtió en paranoia. Ninguno de ellos podía comer nada sin que ella personalmente lo autorizara, muchos sufrieron horriblemente y languidecieron hasta morir. Buenas fuentes también aseguran que Delphine llegó a ser procesada por malos tratos a nueve esclavos que trabajaban en una plantación de la familia. Supuestamente estos esclavos fueron vendidos a otra plantación, pero algunos dicen que nunca llegaron a su nuevo destino. Fueron asesinados en el camino y enterrados en los pantanos de Louisiana. Hay muchos otros relatos que cuentan desde maltrato a las criadas con látigos hasta esclavos cuyos dedos, manos y pies fueron cortados con una hoja de hacha por haber cometido faltas, como no pulir correctamente la platería de la casa. 

El incendio de abril. 
El 10 de abril de 1834, se desató un incendio en la cocina de la mansión de Royal Street. Los propietarios no se encontraban en el lugar y las autoridades fueron requeridas para combatir el fuego. En la cocina encontraron a una mujer negra de setenta años, la cocinera preferida de los Lalaurie, encadenada de las manos y tobillos. Más tarde, la anciana dijo que había iniciado el incendio como un intento de suicidio por temor a su dueña. Sus palabras fueron: “Tengo miedo de ser llevada a la última planta. Ninguno de los que han ido allí ha regresado.

” Una vez que esto se publicó en el New Orleans Bee, la población intentó entrar en la residencia para evacuarlos. Como nadie sabía dónde estaban las llaves, rompieron las cerraduras y se encontraron con “siete esclavos en un estado deplorable, algunos horriblemente mutilados… habían cadáveres colgados del cuello pendiendo de cuerdas, brazos y piernas cortadas aún presas de las cadenas y numerosos instrumentos de tortura dispersos por la cámara. Los esclavos confesaron que habían sido llevados a aquella cámara de horrores donde sufrieron horriblemente. Algunos habían estado allí durante meses“. 

Uno de los primeros hombres en descubrir esta cámara de tortura fue el juez Jean-Francois Canonge, que más tarde dio testimonio de lo que vio en la mansión: “Había una mujer desnuda con un collar de hierro lleno de espinas prisionera a la pared por una cadena. Las abundantes heridas en la espalda evidenciaban el uso de látigos y hierros al rojo vivo. Una mujer contó que Madame Delphine acostumbraba a cortarla con una navaja y beber su sangre. A veces hundía sus manos y rostro en una vasija llena de sangre creyendo que así podría rejuvenecer“. Canonge continuó su testimonio: “Una anciana negra tenía una herida profunda en la cabeza y estaba demasiado delgada como para hablar o caminar. Un hombre había sido castrado y la herida cosida con hilo, la lengua también se le había cortado para que no pudiera quejarse.

” Uno de los hombres de confianza de Madame LaLaurie al ser interrogado, confesó que la cámara de torturas había sido utilizada durante años y que su dueña se divertía casi a diario atormentando a sus esclavos. “Nada le daba más placer” contó. 

Los espeluznantes y fríos relatos enfurecieron a la población y luego de que la casa fuera apedreada, una turaba armada con palos arrasó con todo, excepto con las paredes inferiores. La ropa y las joyas de la familia fueron saqueadas, los pasillos con sus muebles de lujo devastados y por casi nada la casa era enteramente quemada por la población. Una de las hijas de Delphine que se encontraba en la mansión fue atacada y si no fuera por la intervención de las autoridades habría sido linchada. Los esclavos torturados fueron llevados a la prisión local, donde rindieron testimonio sobre todo lo que habían pasado. Las audiencias públicas fueron bastante concurridas – más de 4,000 personas según el New Orlean Bee, se presentaron a los procedimientos. 

Durante la audiencia, las personas se desmayaban conmocionadas por la nauseabunda narrativa al punto en que el sheriff decidió restringir la presencia del público. El Pittsfield Sun, citando al New Orleans Advertiser dijo que semanas después del incendio y la evacuación de los esclavos, se empezaron a desenterrar cuerpos del patio trasero de la residencia. Ocho osamentas humanas completas fueron encontradas en el sitio donde los capataces de los LaLaurie dijeron haber enterrado los cadáveres en tumbas poco profundas. Como si este resultado no fuera terrible en sí mismo, otro capataz confesó que había muchas otras víctimas cuyos cuerpos fueron arrojados a un pozo seco en la parte trasera de la propiedad. Para agregar una nota aún más brutal a esta tragedia, cuando abrieron el pozo, las autoridades encontraron huesos de niños que habían sufrido torturas similares. 

La huida de LaLaurie 
Pero, ¿qué pasó con Madame Delphine después del macabro descubrimiento en su mansión? La vida de los LaLaurie luego del incidente de 1834 no está bien documentada, hay poca información, en parte porque ellos mismos intentaron desaparecerla desesperadamente de circulación. Tras el aterrador descubrimiento, Delphine y sus hijas habrían huido a la ciudad de Mobile, en Alabama, donde fueron protegidas por parientes lejanos. Allí, su esposo Leonard las abandonó por temor a represalias si continuaba con ellas. Delphine se quedó con los familiares durante unas pocas semanas, pero incluso estos temían a las acusaciones y no las querían cerca. 

A mediados de junio, temiendo ser descubierta, Delphine envió a sus hijas para que se quedarán con sus amigos y agendó un pasaje en un barco que la llevó a París. Supuestamente LaLaurie tenía dinero en los bancos franceses, pero nunca se supo el tamaño de su fortuna. Lo que había en Louisiana se perdió para siempre. A pesar de estos, todavía tenía los recursos suficientes como para permitirse establecerse en la capital de Francia y mantener un alto nivel de vida. Sus hijas nunca se unieron a ella en Europa, afirmando que ya no querían tener ninguna relación con la “Bruja de Royal Street” Las circunstancias de la muerte de Delphine LaLaurie no están claras. 

El historiador George Cable escribió una historia que se volvió popular afirmando que ella habría muerto en un accidente de caza en Francia. Habría sido asesinada por un jabalí furioso que la tiró del caballo y la embistió. Algunos afirman que regresó a los Estados Unidos y murió en San Francisco en la decadencia, pero nadie lo sabe a ciencia cierta. Sea cual sea la verdad, en la década de 1930, Eugene Backes, un enterrador de un cementerio en St. Louis descubrió una placa de cobre con la inscripción: “Madame LaLaurie, née Marie Delphine Macarty, décédée à Paris, le 7 Décembre, 1842, à l’âge de 6-.” Algunas personas dicen que el fantasma de Madame LaLaurie todavía se pasea por las calles de Nueva Orleans, pero en este caso, las supersticiones y las leyendas se mezclan con la realidad fabricando historias de miedo. 

Se puede ver una interpretación de estos hechos en la tercera temporada de la serie estadounidense American Horror Story: Coven.

http://marcianosmx.com/madame-delphine-lalaurie/

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